LA GOLONDRINA
GRACIELA Z DE CAMACHO
No siempre tengo suficiente humor de leer o escribir, considero que ocupar la mente es importantísimo y ocuparla mal, es peligrosísimo.
Por lo que siempre trato de ocuparla de la mejor manera, para que la realidad existente, no solo hogareña, sino mundial deje de importarme tanto y no se convierta en obsesión que desemboca casi siempre en depresión.
Así que me remontaré a tiempos mejores, y que mejores tiempos que los años que se vivieron junto a los sabios padres y maestros.
Entre los recortes que venían en el tan mencionado librito “Biografías de 150 mexicanos ilustres” que heredé de mi querido maestro Antonio Bargés, encontré “La Golondrina”.
Es de todos conocida esta canción que mal nombran en plural “Las golondrinas” y que se utiliza para cualquier clase de despedidas, al dejar el país, la escuela el hogar etc., pues es precisamente de la historia de esta canción de la que hoy les contaré.
Esta canción mexicana que logró penetrar en el corazón del pueblo mexicano, sinónimo de melancolía por una despedida, ha logrado una vida larga y brillante, se dice que es anónima es decir, que no se sabe quien la compuso.
El encanto de esta melodía es que nadie sabe como vino, de donde vino ni quien la compuso. Solamente la erudición crítica de Campos sabe que la letra es del poeta y ministro Martínez de la Rosa, pero el maestro Ponce no estuvo de acuerdo con tal afirmación de Campos e investigó a fondo el origen de la canción, hasta establecer sin lugar a dudas su verdadero origen.
“De acuerdo con edición original de la casa Nagel, que se propagó por todo el país, el autor de esta música fue Narciso Serradell Sevilla, hijo de Narciso Serradell catalán (he ahí porque interesole a mi maestro)y de la mexicana Rosalía Sevilla, nacido en Alvarado (por eso me interesó a mi), el 25 de febrero de 1843.
Para el maestro Ponce la vida de Serradell fue intensamente novelesca, su madre quería que abrazara el sacerdocio, pero él se sentía irresistiblemente inclinado por la música, y por la medicina. Por dos veces se fugó del Seminario hasta que optó por abandonar el hogar en inscribirse en la Escuela Nacional de Medicina, donde no llegó a doctorarse por falta de recursos.
En el convento de San Francisco asombró a sus maestros al cursar en solo 3 meses todos los grados del solfeo, llegó también a dominar la ejecución de todos los instrumentos de viento.
Entre los papeles de su padre halló los versos de “La Golondrina” y la leyó en un tertulia de amigos entre los que había varios aficionados a la composición musical. En esos versos que el maestro Ponce creía era de origen francés y cuyo autor fue don Francisco Martínez de la Rosa, un árabe llamado Aben Ahmet se despide de su ciudad natal Granada, con el corazón desgarrado, después de que la incomparable ciudad bañada por el Genil y el Darro había caído a manos de los reyes católicos que expulsaron a todos los gentiles.
Desde la costa africana Aben verá partir en abril hacia España la golondrina que cruzará el mar e irá a colgar sus nidos en el techo del que había sido su hogar y que jamás volvería a ver.
Los amigos de Serradell acordaron fijar un plazo de 24 horas para que alguno de ellos le pusiera música a “La golondrina”.
Al día siguiente Serradell que tenía solo 19 años de edad, había compuesto su inmortal canción. Este hecho ocurría 1862, al tiempo que el ejercito francés invadía México, Serradell y sus amigos se aprestaron a la defensa de su patria y se dieron de alta en el ejército, comandado por el general Ignacio Zaragoza, en el fuerte de Loreto el joven músico-médico fue hecho prisionero y al negarse a pactar con el enemigo fue deportado a Francia y encarcelado en Clermont – Ferran. Su condena de 2 años fue revocada a los 3 meses y el joven quedó en libertad de regresar a México, cosa que se negó a hacer permaneciendo en París por todo el resto de su condena.
¡Cuantos músicos desearían cumplir largas condenas en tan amable prisión, ¡ comenta con su fina ironía el maestro Ponce.
Serradell siguió en Francia sus estudios de medicina y estuvo a punto de casarse con la vizcondesa Dufrenelle.
A su regreso a México en 1865 radicó en Tlalixoya y se casó en 1889 con Teléfora González. Veinte años después se trasladó a México donde se dedicó a la enseñanza. Aquí murió el 25 de octubre de 1910 y la muy conocida escritora Mª Luisa Ross fue la encargada de pronunciar la oración fúnebre El maestro Ponce no nos dice si en triste momento se escucharon las nostálgicas nota de la “Golondrina”.
Ahora ya sabemos que los versos de la canción son del la inspiración de don Francisco Martínez de la Rosa que narra la melancolía con que el árabe Aben Ahment añoraba su hogar en España desde las costas africanas, y la composición musical del catalán-alvaradeño Narciso Ferradell Sevilla.
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