sábado, 30 de agosto de 2008

Breves notas sobre las Estaciones

Breves notas sobre las Estaciones
El costo de la vida era entonces muy bajo pero lo que no comprendo es por qué había tanta pobreza
Rubén Calatayud /El Mundo de Córdoba
México 30 de agosto, 2008
El señor Francisco Santoveña, ampliamente conocido en Córdoba, ha sido muy amable en traerme una relación de gastos que de hospedaje y alimentos pagó el señor José Cuesta al Gran Hotel Imperial, propiedad de don Rafael Pérez, por la cantidad de $217.90 importe de su estancia y alimentos del 24 de octubre al 1o. de diciembre de 1921.
Por el cuarto se pagaba un peso y cincuenta centavos al día y el precio de almuerzos y comidas variaba porque a veces el cliente los acompañaba con una o dos cervezas, puros y agua de Tehuacán. En total, al cliente le salía el gasto diario por cinco pesos y cincuenta y nueve centavos.
Como puede verse, el costo de la vida era entonces muy bajo pero lo que no acabo de comprender es por qué había tanta pobreza en un país de dieciseis millones de habitantes, si todo era tan barato, por eso pido a algún lector economista que me saque de dudas.
Desde luego, el número de gente miserable era mucho menor que ahora, cuando ya pasamos de cien millones y la mitad de la población no tiene vivienda, ni trabajo, ni qué comer. La gente entonces, aún los mayores, andaba descalza, lo que hoy casi no se ve; vestía ropa de manta hecha por una costurera y vivía en cuartos de los patios de vecindad, que los había en gran número y en el centro de Córdoba.
El gobierno también era pobre. Los maestros cobraban la quincena a picotazos, según fueran cayendo los ingresos a la oficina de rentas del Estado y sólo había dos escuelas públicas: La Cantonal para varones y la Mascarón para las niñas. También funcionaban algunos colegios particulares (Manuel V. Gándara y Gustavo Rincón) por cierto muy buenos.
En aquel entonces el Barrio de las Estaciones era popular y contaba con edificios muy bien puestos; la llamada Calzada de la Estación estaba rodeada de casas muy elegantes, algunas de ellas habitadas por altos funcionarios del Ferrocarril Mexicano y otras por personas de posibles como don Luis Olamendi, la familia Pagés y don Joaquín Calatayud.
Con el paso de los años vinieron cambios notables; los vehículos de motor fueron supliendo al ferrocarril; el gobierno fue acondicionando los caminos vecinales y por el años de 1937 quedó lista la carretera federal Córdoba-México. toda asfaltada. Nos visitó entonces don Lázaro Cárdenas.
También en 1921 arribó por primera vez el presidente Alvaro Obregón, quién ordenó la pavimentación del frente de la estación del Mexicano y de las calles que rodeaban el parque 21 de Mayo, obras que prestaron servicios por largos años sin cuarteaduras y sin baches. Por cinco centavos el tranvía de mulitas (luego el de motor) llevaba el pasaje del centro a la Estación y cruzaba en medio de la calzada, cubierta de árboles frondosos, pasando a un lado de los panteones y del terreno conocido como la de la Loma de las Gallinas, que le fue expropiado al licenciado Márquez Hoyos (por no decir que se lo robó Tejeda, el gobernador que quedaba bien con lo que no era suyo).
El Buen Tono, S.A., principal fabricante de cigarros, tuvo al lado de la calzada su depósito; frente a la estación del Istmo, su edificio principal, adornado con un reloj en la fachada.
En los años 30, la cooperativa de Transportes Urbanos levantó su edificio y garage frente a la Loma de las Gallinas.
Casi frente a la casa del doctor Manuel Galán Rico, estuvo la soberbia residencia del Licenciado Querido Moheno, por cierto enemigo jurado del Dr. Enrique Herrera Moreno que entre otras cosas fue el fundador del Hospital Civil Yanga y autor del libro El Cantón de Córdoba.
El ferrocarril pasó a manos del gobierno mexicano que no supo sostener el servicio. Falló la puntualidad y falló todo; el alegre Barrio de las Estaciones se vino abajo y hoy tiene casas ruinosas y ni los particulares ni la autoridad hacen algo por restaurar aquellos años de esplendor.
La Casa de Pagés, modelo de una preciosa quinta de campo francés, se convirtió en cuartel y ya nada tiene que lucir. Junto estuvo la plaza de toros Ponciano Díaz, donde hoy se levanta la parroquia de Guadalupe.

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