viernes, 29 de agosto de 2008

Las bondades del secuestro

Las bondades del secuestro
Entre las principales causas que provocan los secuestros, se encuentra la gran desigualdad económica entre el pueblo
Rubén Calatayud /El Mundo de Córdoba
México 29 de agosto, 2008
Las autoridades de México están empeñadas en su lucha contra el secuestro.
Aquellos que cuentan con recursos económicos temen día y noche y refuerzan sus medidas de seguridad. Es inútil, los secuestros siguen y seguirán.
Las causas principales que orillan a los delincuentes a secuestrar son diversas pero las principales pueden ser: la gran desigualdad económica que reina entre la población. Ver un rico ir en su carro de lujo llevando a sus niños al colegio particular, incita a los que no cenaron ni desayunaron a darle un palo al poderoso y quitarle lo que tiene. La pobreza también tiene ojos y le lastiman las exhibiciones de ropa y de joyas que ostentan las señoras y la soberbia de los señores que no se quedan atrás ante los caprichos de las damas. Hasta en la salida del super, cuando faltan manos para llevar las incontables bolsas del mercado, hay gente que siente con amargura esa desigualdad. Unos en las miseria y otros en la abundancia. No cuentan el cómo ni el por qué esos poderosos se levantaron de alguna manera; cuenta solo la arrogancia que da el dinero, la demostración de joyas y atuendo de una clase que, como las puede, se siente superior.
Otra causa de que haya tanto secuestro puede ser la incapacidad de las fuerzas del orden para perseguir y detener a los infractores; esta impotencia es hija de la impreparación y de la insuficiencia para restablecer el orden. Hoy el mal tiene sus raíces en el empleado del banco, que da pitazo a sus amigos sobre el monto de las cuentas de los clientes, las fechas de cobro y la confianza de la gente que deposita o retira gruesas sumas y que encarga ese trabajo a sus empleados. Esta situación perjudica seriamente a las instituciones financieras pero es inevitable, como lo es también que en la policía estén infiltrados malos elementos que protegen o dan aviso a los delincuentes.
Pero, en ultimadas cuentas, el secuestro hay que verlo también por su lado bueno. El señor se ha pasado toda una vida gris atrás del mostrador pero de la noche a la mañana su vida cómoda se ha trastocado; lo llevaron a una casa de seguridad, donde lo vigilan mientras piden la recompensa; dinero habrá para que lo suelten y una vez vuelto al seno de la familia sentirá, como nunca, la dicha de volver a los suyos, de haber pasado por una experiencia que puso en riesgo su vida. Al fin, tendrá algo que recordar y contar como lo más importante de su vida; se hará hasta famoso, ya que el dinero jamás le dio notoriedad.
Y para que los que nada tienen, queda la tranquilidad de dormir de dormir a pierna suelta y con las puertas abiertas, a sabiendas de que los secuestradores no se arriesguen por tan poca cosa.

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