Por Humberto Musacchio*
04 de agosto de 2008 EMEEQUIS 41
La Guelaguetza es la gran celebración de los oaxaqueños, representación de su generosa variedad cultural, símbolo de sus poderes artísticos y muestra nigualable de sus posibilidades creadoras. Es, también, una fiesta de los sentidos y de la inteligencia, pues en ella coexisten la diversidad étnica y el orgullo por lo propio, las diferencias conciliables y la igualdad de todos.
Este año, la gran muestra de bailables y costumbres se desarrolló entre la alegría constatable de los asistentes y cierta tensión evidenciada por un formidable despliegue policiaco, pues se han desactivado los conflictos políticos pero no acaban de cicatrizar. Con todo, fuera de algunas protestas por lo demás inevitables en el México de hoy, la vieja Antequera tuvo jornadas tranquilas y alegres que presagian mejores tiempos para una entidad desde siempre castigada por la pobreza.
Por supuesto, el autor de estas líneas quiso conocer las diversas versiones sobre el conflicto de 2006 y el estado de algunos asuntos que han ocupado las páginas de los periódicos del Distrito Federal, como la situación del magisterio, agrupado ahí en la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
En Oaxaca, como en el resto del país, la educación atraviesa por una crisis tan grave como profunda. Los profesores demandan mejores condiciones laborales, pero su contraparte pide que se reincorporen al trabajo la mayor parte de los 10 mil “comisionados” que están en nómina pero no atienden a grupo alguno.
Con diversas organizaciones sociales y políticas se mantiene vivo un problema porque el gobierno se niega a entregar a los líderes un fondo de unos 400 millones de pesos que cada año recibían para canalizarlo a sus comunidades. Hoy, lo que pide el gobierno estatal es que se pongan sobre la mesa los proyectos a los que se destinarán los fondos, lo que de aprobarse evitará que buena parte del dinero vaya a los bolsillos de bribones que nunca faltan.
Sobre un caso de pederastia denunciado en una escuela de la capital oaxaqueña, se nos informó que uno de los indiciados ha sido detenido y el otro, que huyó del estado, es seguido de cerca. Sin embargo, hay quien dice que se trata de un caso artificial, pues la familia del niño afectado no ha permitido que médicos de la procuraduría local practiquen las pruebas indispensables para configurar el caso penal de abuso de menor.
En torno al asesinato del periodista estadunidense Brad Will, una fuente irreprochable confió que obra en poder de las autoridades federales una grabación que contiene ofensas y amenazas proferidas contra la citada víctima fatal presumiblemente por un par de militantes de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO). El gobierno de la República se ha tardado en dar a conocer el resultado de sus dilatadas indagaciones.
El caso más candente es la detención o el secuestro de Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, dirigentes del Ejército Popular Revolucionario. Gente cercana al gobernador dice ignorar el paradero de los dos líderes de la guerrilla, mientras que en diversos círculos circulan hipótesis que atribuyen la responsabilidad al gobierno federal y otras que muestran incongruencias del propio EPR.
Hace unos días Jorge Lofredo, investigador del Centro de Documentación de los Movimientos Armados, publicó en Excélsior un artículo que muestra algunas de las versiones que se manejan: por ejemplo, una que habla de que la desaparición se produjo durante un operativo realizado en el Hotel del Árbol el 24 de mayo, en tanto que el EPR negaba lo anterior y ponía como fecha el día posterior, el 25 de mayo, “entre las 20 y 22 horas”, pero un año después aceptó que la desaparición se produjo el 24.
Este autor se pregunta por qué el comunicado del 25 de mayo de 2007, hace más de un año, no denunciaba la desaparición de los dos dirigentes, si para entonces ya se sabía de ella. El caso es más extraño si se repara en que el 2 de junio de ese año se habla de tres desaparecidos, aunque tres días después se menciona sólo a dos. El 19 de julio, también del año pasado otro comunicado hacía referencia a “hombres que tienen alma de traidores” y señalaba que los dirigentes desaparecidos se vieron forzados a asistir —suponemos que al lugar donde habrían sido detenidos— “por una irresponsabilidad de quien era responsable (sic) del estado de Oaxaca y que desde un principio intentó sabotear la exigencia de libertad de estos compañeros”.
Por su parte, el escritor Carlos Montemayor publicó en La Jornada (31/VII/08) un artículo intitulado “De la mediación”, pues él forma parte de la comisión ciudadana que trabaja para localizar a los dos desaparecidos del EPR. El texto de Montemayor destaca numerosas contradicciones de los órganos federales y de la guerrilla, las que han llevado a la Comisión de Mediación a concluir que el gobierno de la República y el EPR deben decidir “si este proceso de mediación avanza o se suspende provisional o definitivamente”.
En suma, Oaxaca está envuelta no sólo en sus propios problemas, sino también en los que resulta involucrada por la guerrilla y por autoridades externas que no se sabe a qué juegan.
Es lamentable.
Este año, la gran muestra de bailables y costumbres se desarrolló entre la alegría constatable de los asistentes y cierta tensión evidenciada por un formidable despliegue policiaco, pues se han desactivado los conflictos políticos pero no acaban de cicatrizar. Con todo, fuera de algunas protestas por lo demás inevitables en el México de hoy, la vieja Antequera tuvo jornadas tranquilas y alegres que presagian mejores tiempos para una entidad desde siempre castigada por la pobreza.
Por supuesto, el autor de estas líneas quiso conocer las diversas versiones sobre el conflicto de 2006 y el estado de algunos asuntos que han ocupado las páginas de los periódicos del Distrito Federal, como la situación del magisterio, agrupado ahí en la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
En Oaxaca, como en el resto del país, la educación atraviesa por una crisis tan grave como profunda. Los profesores demandan mejores condiciones laborales, pero su contraparte pide que se reincorporen al trabajo la mayor parte de los 10 mil “comisionados” que están en nómina pero no atienden a grupo alguno.
Con diversas organizaciones sociales y políticas se mantiene vivo un problema porque el gobierno se niega a entregar a los líderes un fondo de unos 400 millones de pesos que cada año recibían para canalizarlo a sus comunidades. Hoy, lo que pide el gobierno estatal es que se pongan sobre la mesa los proyectos a los que se destinarán los fondos, lo que de aprobarse evitará que buena parte del dinero vaya a los bolsillos de bribones que nunca faltan.
Sobre un caso de pederastia denunciado en una escuela de la capital oaxaqueña, se nos informó que uno de los indiciados ha sido detenido y el otro, que huyó del estado, es seguido de cerca. Sin embargo, hay quien dice que se trata de un caso artificial, pues la familia del niño afectado no ha permitido que médicos de la procuraduría local practiquen las pruebas indispensables para configurar el caso penal de abuso de menor.
En torno al asesinato del periodista estadunidense Brad Will, una fuente irreprochable confió que obra en poder de las autoridades federales una grabación que contiene ofensas y amenazas proferidas contra la citada víctima fatal presumiblemente por un par de militantes de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO). El gobierno de la República se ha tardado en dar a conocer el resultado de sus dilatadas indagaciones.
El caso más candente es la detención o el secuestro de Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, dirigentes del Ejército Popular Revolucionario. Gente cercana al gobernador dice ignorar el paradero de los dos líderes de la guerrilla, mientras que en diversos círculos circulan hipótesis que atribuyen la responsabilidad al gobierno federal y otras que muestran incongruencias del propio EPR.
Hace unos días Jorge Lofredo, investigador del Centro de Documentación de los Movimientos Armados, publicó en Excélsior un artículo que muestra algunas de las versiones que se manejan: por ejemplo, una que habla de que la desaparición se produjo durante un operativo realizado en el Hotel del Árbol el 24 de mayo, en tanto que el EPR negaba lo anterior y ponía como fecha el día posterior, el 25 de mayo, “entre las 20 y 22 horas”, pero un año después aceptó que la desaparición se produjo el 24.
Este autor se pregunta por qué el comunicado del 25 de mayo de 2007, hace más de un año, no denunciaba la desaparición de los dos dirigentes, si para entonces ya se sabía de ella. El caso es más extraño si se repara en que el 2 de junio de ese año se habla de tres desaparecidos, aunque tres días después se menciona sólo a dos. El 19 de julio, también del año pasado otro comunicado hacía referencia a “hombres que tienen alma de traidores” y señalaba que los dirigentes desaparecidos se vieron forzados a asistir —suponemos que al lugar donde habrían sido detenidos— “por una irresponsabilidad de quien era responsable (sic) del estado de Oaxaca y que desde un principio intentó sabotear la exigencia de libertad de estos compañeros”.
Por su parte, el escritor Carlos Montemayor publicó en La Jornada (31/VII/08) un artículo intitulado “De la mediación”, pues él forma parte de la comisión ciudadana que trabaja para localizar a los dos desaparecidos del EPR. El texto de Montemayor destaca numerosas contradicciones de los órganos federales y de la guerrilla, las que han llevado a la Comisión de Mediación a concluir que el gobierno de la República y el EPR deben decidir “si este proceso de mediación avanza o se suspende provisional o definitivamente”.
En suma, Oaxaca está envuelta no sólo en sus propios problemas, sino también en los que resulta involucrada por la guerrilla y por autoridades externas que no se sabe a qué juegan.
Es lamentable.
* Periodista, colaborador de Excélsior y autor de varios diccionarios enciclopédicos sobre México
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