Paradigmoterapia.
Contrato social.
Contrato social.
Pablo Delgado Rannauro
Los mexicanos estamos educados a respetar las reglas del juego, la historia muestra que somos capaces de cumplirlas como cualquier otro pueblo.
Desde Plutarco Elías Calles hasta Gustavo Díaz Ordaz: su disciplina prueba que cuando existen reglas claras todo mundo se alinea.
Desde Luis Echeverría A. hasta Vicente Fox Q. se han desintegrado las instituciones del país a tal grado que la impunidad y la corrupción se han apoderado del gobierno, donde prevalecen los intereses a los principios.
Es cierto que estamos transitando de un presidencialismo todopoderoso, a un presidente acotado por el poder legislativo. Los mexicanos hemos avanzado en tener un banco central y una suprema corte de justicia autónomos, un instituto electoral capaz de organizar elecciones, partidos políticos nacionales que compiten por el poder, un infonavit ejemplar, etc.
El poder de los del dinero y los políticos que se venden al mejor postor, que se mueven como poder fáctico para confundir a la sociedad mexicana y hacernos sus víctimas que traen como consecuencia que hasta en el seno de una misma familia exista el encono por las posturas de los pensamientos políticos.
Como la ilegitimidad se apoderó de las instituciones, trayendo como consecuencia que exista la informalidad en las acciones económicas y una gran disputa entre los diputados y senadores por seguir haciendo leyes con sus acciones reglamentarias.
Los mexicanos sabemos que para casi todas las actividades existen leyes, con sus respectivas leyes reglamentarias. La discusión en mi opinión debe centrarse en hacer reglas del juego.
Necesitamos convertirnos en un país de reglas para normar el comportamiento de sus ciudadanos, reconociendo a que nos atenemos. Las reglas son conocidas, todos saben en que consisten y todos pueden esperar una aplicación no discriminatoria de las mismas.
Si las reglas se definen en un contrato social realizado por todos los políticos y por todos los ciudadanos mediante una consulta popular, el gobierno adquiere legitimidad de hacerlas cumplir por encima de cualquier consideración.
Un país de reglas es lo contrario a un país de caciques, delincuentes o de impunidad flagrante. Tanto la definición de reglas como su cumplimiento no dependen de un individuo o incluso del gobierno, sino que resultan de un acto de la sociedad que, a partir de ese momento le confiere legitimidad al gobierno, exactamente lo contrario al gobierno que hemos tenido en las últimas décadas.
Esto traerá como consecuencia un método que todos consideren neutral: para alcanzar la estabilidad y la convivencia civilizada. El mismo método servirían para la discusión legislativa: se separa el contenido del método de decisión, de tal manera que nadie pueda disputar la neutralidad de los medios y se pueda concentrar en lo sustantivo de una legislación.
-pablodelgado14@hotmail.com-
Desde Plutarco Elías Calles hasta Gustavo Díaz Ordaz: su disciplina prueba que cuando existen reglas claras todo mundo se alinea.
Desde Luis Echeverría A. hasta Vicente Fox Q. se han desintegrado las instituciones del país a tal grado que la impunidad y la corrupción se han apoderado del gobierno, donde prevalecen los intereses a los principios.
Es cierto que estamos transitando de un presidencialismo todopoderoso, a un presidente acotado por el poder legislativo. Los mexicanos hemos avanzado en tener un banco central y una suprema corte de justicia autónomos, un instituto electoral capaz de organizar elecciones, partidos políticos nacionales que compiten por el poder, un infonavit ejemplar, etc.
El poder de los del dinero y los políticos que se venden al mejor postor, que se mueven como poder fáctico para confundir a la sociedad mexicana y hacernos sus víctimas que traen como consecuencia que hasta en el seno de una misma familia exista el encono por las posturas de los pensamientos políticos.
Como la ilegitimidad se apoderó de las instituciones, trayendo como consecuencia que exista la informalidad en las acciones económicas y una gran disputa entre los diputados y senadores por seguir haciendo leyes con sus acciones reglamentarias.
Los mexicanos sabemos que para casi todas las actividades existen leyes, con sus respectivas leyes reglamentarias. La discusión en mi opinión debe centrarse en hacer reglas del juego.
Necesitamos convertirnos en un país de reglas para normar el comportamiento de sus ciudadanos, reconociendo a que nos atenemos. Las reglas son conocidas, todos saben en que consisten y todos pueden esperar una aplicación no discriminatoria de las mismas.
Si las reglas se definen en un contrato social realizado por todos los políticos y por todos los ciudadanos mediante una consulta popular, el gobierno adquiere legitimidad de hacerlas cumplir por encima de cualquier consideración.
Un país de reglas es lo contrario a un país de caciques, delincuentes o de impunidad flagrante. Tanto la definición de reglas como su cumplimiento no dependen de un individuo o incluso del gobierno, sino que resultan de un acto de la sociedad que, a partir de ese momento le confiere legitimidad al gobierno, exactamente lo contrario al gobierno que hemos tenido en las últimas décadas.
Esto traerá como consecuencia un método que todos consideren neutral: para alcanzar la estabilidad y la convivencia civilizada. El mismo método servirían para la discusión legislativa: se separa el contenido del método de decisión, de tal manera que nadie pueda disputar la neutralidad de los medios y se pueda concentrar en lo sustantivo de una legislación.
-pablodelgado14@hotmail.com-
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